El Comercio Justo está íntimamente relacionado con el Consumo Responsable. Un consumidor responsable es una persona informada y conciente de sus hábitos de consumo, que tiene en cuenta los productos que valoran la justicia social, la ética, la solidaridad y la protección del ambiente.
Las reglas actuales del comercio internacional han sido impuestas por las multinacionales y los gobiernos de los países más ricos. Por lo que están diseñadas para obtener el mayor beneficio posible. En consecuencia contribuyen a la pobreza, desprotección y marginación de cientos de millones de personas.
Las ventajas de la globalización de los mercados no son para todos/as. Según un informe de Naciones Unidas del año 2006, 2.500 millones de personas en el mundo viven con menos de dos dólares por día. Su trabajo como campesinos, trabajadores o pequeños productores no alcanza para cubrir las necesidades básicas como alimentación, vivienda digna, salud o educación. Los que no tienen acceso directo a los mercados y no disponen de información sobre los mismos, dependen de los intermediarios y no se benefician del creciente comercio mundial.
La globalización es injusta porque ofrece grandes beneficios a unos pocos y perjudica a muchísimas personas.
A la principal alternativa surgida para enfrentar esta sistemática estafa globalizada, se la denomina “Comercio Justo”.
“El Comercio Justo es una asociación de comercio, basada en el diálogo, la transparencia y el respeto, que busca una mayor equidad en el comercio internacional. Contribuye a un desarrollo sostenible, ofreciendo mejores condiciones comerciales y asegurando los derechos de productores y trabajadores marginados, especialmente en los países más desfavorecidos.”
En el Comercio Justo, si bien el precio de venta al consumidor final suele ser similar, la composición de los porcentajes de beneficio es significativamente diferente que en el comercio tradicional.
El Comercio Justo está íntimamente relacionado con el Consumo Responsable. Un consumidor responsable es una persona informada y conciente de sus hábitos de consumo, que tiene en cuenta los productos que valoran la justicia social, la ética, la solidaridad y la protección del ambiente.
Como consumidores tenemos, aunque intentan ocultárnoslo, la capacidad de influir en los mercados y en las decisiones de producción de las empresas. Por eso es tan importante saber comprar, como saber lo que estamos comprando y sobre todo, reflexionar sobre nuestra elección. El principio fundamental del consumo responsable es que todos/as somos corresponsables de los impactos sociales y ambientales de los productos que consumimos y de los deshechos que éstos generarán.
Esta manera responsable de consumir se traduce en muchos pequeños actos y decisiones diarias, y puede llegar a atravesar, si queremos, prácticamente todos los ámbitos de nuestra vida. No solamente nos debemos preguntar qué efecto tiene nuestro consumo en nosotros mismos, sino también en los demás.
Nuestros hábitos de consumo son muy importantes para proteger el medio ambiente y dejar a las generaciones venideras un entorno saludable. Un mundo mejor es posible, y convirtiéndonos en consumidores responsables, podemos hacer un importante aporte para hacerlo realidad.
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