El Comercio Justo es un movimiento que se ha consolidado en casi todos los países miembros de la Unión Europea. Sin embargo, es relativamente nuevo en comparación con el comercio tradicional. Poco a poco, a pesar de todos los obstáculos e injusticias a los que este sistema ha de enfrentarse, se ha ido estableciendo entre consumidores de países industrializados y productores de países en vía de desarrollo.
El Comercio Justo es una asociación comercial que toma relevancia en la actualidad y que beneficia a productores y consumidores de manera más equitativa. Basándose en un sistema regido por la transparencia y el respeto, el comercio alternativo pretende activar los procesos de desarrollo económico y social de las comunidades donde se practica.
A través de la eliminación de intermediarios innecesarios, el sistema del Comercio Justo intenta acortar la cadena entre productor y consumidor con el fin de que los productores y sus familias obtengan un beneficio más amplio en el mercado que les permita mejorar su calidad de vida y reinvertir para futuras operaciones. Esto implica mejores condiciones laborales, precios justos, oportunidades de financiación, ventajas para ingresar en el mercado exterior y más participación en la comercialización del producto. Sin embargo, este criterio se extiende más allá de lo económico, incluyendo conceptos de sostenibilidad social y ambiental. Es decir, que más allá de centrarse en los beneficios económicos que puedan generarse para sus productores, el comercio justo trabaja arduamente para preservar los recursos naturales y mejorar su utilidad.
En ese sentido, el Comercio Justo comprende un conjunto de prácticas socioeconómicas y medioambientales que representan alternativas al comercio internacional convencional, cuyas reglas son generalmente injustas para los países del Sur y, en especial, para los productores rurales. La mayoría de estas reglas se fundamentan en el lema de la economía capitalista: “fabricar donde los precios son más bajos y vender donde los precios y beneficios son más altos” que en términos generales, es un argumento válido para cualquier empresa siempre y cuando respete los derechos fundamentales de los trabajadores y productores. Sin embargo, es precisamente esa falta de compromiso de aquellos empresarios que solo velan por su desarrollo individual, el motivo de la lucha constante del Comercio Justo, la cual tiene como principal objetivo acabar con la explotación abusiva de materias primas y de mano de obra de todos los países en vías de desarrollo.
Los primeros pasos del Comercio Justo se dan en la década de los 1960 bajo la premisa de generar oportunidades de comercialización y desarrollo a los países productores de materias primas. La UNCTAD (Comisión de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo) impulsó desde el principio el concepto del comercio justo como una alternativa y no como una obra de caridad: “trade, not aid”. El objetivo era suplantar las ayudas económicas hacia los países del sur (que a largo plazo sólo fomentan la no productividad y la dependencia en dichas regiones), por un sistema de apertura comercial al mercado mundial. Además de ésto, se intentó, por medio de proyectos de formación, potenciar los conocimientos y capacidades de los actores económicos de estas regiones para que puedan ser más competitivos en el mercado. De esta manera, los productores de países en vías de desarrollo se verían beneficiados por la ampliación de oportunidades de comercialización de sus propios productos.
Uno de los primeros beneficios fue la reducción de tasas arancelarias de entrada. Esto le ha significado al Comercio Justo una constante lucha que aún no acaba del todo victoriosa puesto que algunos países industrializados echan mano de la liberalización para los productos en que son competitivos, mientras que recurren a excepciones proteccionistas en aquéllos susceptibles de sufrir competencia. Estos países se oponen permanentemente a reducir las barreras arancelarias de aquellos productos cuya industria doméstica es vulnerable a la competencia exterior y dificultan el desarrollo de cooperativas y organizaciones dedicadas a promover productos del Comercio Justo.
Pero a pesar de todo ello, nada pudo impedir la creación de la primera “Tienda Solidaria” en Holanda que, tan solo dos años después, llevó a la inauguración de más de 120 tiendas en países como Alemania, Suiza, Austria, Francia y Gran Bretaña. Estas sucursales venden exclusivamente productos provenientes de países en vías de desarrollo y su objetivo principal es crear un canal de comercialización estable de aquellos productos cuya entrada en el mercado europeo era obstaculizada por los altos aranceles. Las ventas de las tiendas solidarias tenían por objetivo protestar contra el comercio internacional y la repartición desigual del poder, y tras esta constante lucha, se crearon organizaciones nacionales que dieron pie en 1973 al lanzamiento del primer producto oficial del comercio justo: el café importado desde Guatemala. Seguido a esto le abrieron el camino a más productos clave como el azúcar, la miel, el cacao, el plátano, el té, las nueces, los textiles y las artesanías, entre otros.
En 1988 se introdujo al mercado la primera marca del Comercio Justo bajo el nombre de Max Havelaar, que hoy en día es reconocida como uno de los logos de la Fairtrade Labelling Organizations International (FLO). Esta organización se encarga de certificar aquellos productos que provienen de países pobres y que necesitan oportunidades para comercializarse en el mercado. El logo, mundialmente reconocido, facilita la entrada y la comercialización de aquellos productos nuevos que pueden resultar desconocidos en el mercado. Una vez asignadas las certificaciones de calidad, el producto obtiene el sello de Max Havelaar el cual, además de brindarle reconocimiento a nivel mundial, genera confianza en el consumidor y por ende facilita su venta en el mercado. Bajo este sello se le garantiza a los consumidores que se ha comercializado justamente con los productores, de manera que ambas partes, tanto productor como consumidor, quedan protegidas bajo la marca registrada de Comercio Justo.
Hoy en día existen organizaciones en Estados Unidos, Japón, Canadá y más de diez países de Europa encargadas de promover el Comercio Justo. Para acercar el producto al consumidor se ha construido una red de más de 3.000 tiendas solidarias en todo el mundo, al igual que grupos de venta por catálogo, representantes y otros grupos locales, como iglesias y jóvenes comprometidos que hacen campaña y le dan salida a muchos de estos productos. En la actualidad se está consiguiendo comercializar los productos en tiendas normales, pero aún falta mucho para que logren competir con los productos tradicionales...