Está la comunidad y está Susi, la técnica agraria de Aldea Global que viene con su moto de vez en cuando y está Doña Eva que le habla de género y de cuanto es importante que se reconozca el trabajo de la mujer en la producción del café. Doña Elvina nos cuenta que en estas zonas hay muchas mujeres que no tienen nada, que sus maridos las echan de la casa después que llevan años y años atendiendo la casa y la finca, que los hombres son ATARANTADOS, locos, que se gastan todo el dinero en la cantina y no se preocupan si los niños tienen para comer o de arreglar la casa. Ella tiene 20 manzanas de tierra bien cultivada. No tiene marido desde hace mucho tiempo. Con el dinero de Tierra Madre va a darles a sus hijas parte de la tierra porque la tierra nos da la vida y lo es todo. Elvina es un ejemplo para las demás mujeres y lleva las demás a las reuniones con doña Eva. Por la mañana hemos visitado la finca de Vitoria y su compañero Arnulfo: a ellos las cosas no les van bien. La tierra que cultivan es de Vitoria, la ha heredado de su madre pero no tiene papeles y sin papeles no hay crédito. Hace unos meses el gobierno le ha dado el bono: 1 vaca y ahora por lo menos tiene unos terneros. Vitoria ha entregado un quintal de café a Aldea Global para el café Tierra Madre.
Le preguntamos si va a escriturar las tierras a su nombre o a nombre de su compañero también. Ella nos lo dice casi susurrando, ve doña Eva sonreír y se hace valiente: solo a su nombre, lo ha heredado de su madre y son para su hija. Se me pone la piel de gallina, esta mujer que hoy comerá solo frijoles porque no tiene nada más, sueña algo mejor para su niña. Yo no lo sé si vamos a poder realizar sus sueños con la venta del café pero sí estoy segura de que Vitoria se va a sentir más dueña de su vida con la titularidad de la tierra".
El café tradicional de Comercio Justo garantiza que no se discrimine a las mujeres ni en la producción ni en la comercialización del mismo. En Intermón Oxfam hemos querido ir un poco más allá. El café Tierra Madre, de aroma arábica, está cultivado por mujeres propietarias de su tierra que forman parte de la cooperativa Aldea Global, de Nicaragua. Al exigir que las mujeres tengan el título de propiedad de sus parcelas, promovemos cambios de titularidad de las tierras, que normalmente están a nombre de hombres.
Estas mujeres caficultoras, aparte de recibir un precio justo por su producción y la llamada prima social (un plus de 10 céntimos de dólar por libra de café -0,45 kg- para proyectos sociales), recibirán una prima de género que costea el programa de género de la cooperativa Aldea Global, que, entre otras cosas, ayuda a costear los cambios de registro de las fincas para que estén a nombre de las productoras.
"Madre Tierra" ya comienza a estar disponible algunas de las tiendas Intermón Oxfam y en breve también en la tienda online.
Pero quedémonos en lo importante y escuchemos otra historia de las mujeres que hay detrás de Madre Tierra, gracias al relato de nuestra colaboradora en el terreno Simona...
"La escucho muchas veces. Cada vez más emociones y cada vez la entiendo más. Doña Victoria no ha tenido una vida sencilla. Cuando se enamoró de Ernesto se fue con el a cortar café en las haciendas cercanas. Dice que aquí todas las tierras eran de Somoza. El primer gobierno de Daniel Ortega las confiscó y se las repartió. A Victoria y su marido les tocaron 6 manzanas. Mejor dicho: a su marido le tocaron 6 manzanas. Ella no tenía nada. Era la cocinera, nos explica su hija Marta. O peor que una cocinera. Una cocinera recibe una retribución por su trabajo. Doña Victoria no recibía nada. Su marido decidía como ganar los reales de las cosechas del café, que se producía, si sus hijos e hijas iban a la escuela o iban a vender tortillas de maíz en las calles de Jinotega. Hace 3 años su marido ha desaparecido con la enésima amante. Antes pero ha pedido un préstamo a Aldea Global que no ha pagado nunca, perdiendo así la tierra y las esperanzas de Victoria. La cooperativa ha confiado en ella y le ha devuelto la tierra que fue de su marido. Ahora la dueña es ella, ella está al mando y lo único que quiere para el futuro suyo y de sus hijas es devolver el dinero a Aldea, poder acudir a un medico y hasta dejar algo de dinero a la iglesia si le apetece. Yo le pregunto como se siente ahora que es dueña de su vida, ahora que tiene una casa, 20.000 plantitas de café en su vivero, para plantar en otra parcela que quiere comprar con otro préstamo de Aldea. Ella es una mujer luchadora pero también traicionada, a veces se siente feliz, otras muy triste. Las mujeres somos así. Siempre está con Marta, su hija, que también no ha tenido una vida fácil. Después de un matrimonio lleno de violencia y desesperación ahora vive en una casita cerca de la de su mama. Su madre le ha dado la tierra que cultiva. No ha sido fácil pero hace un par de años ha empezado a participar en los talleres de capacitación de Aldea sobre cultivos pero también sobre género, talleres de autoestima para estas mujeres que padecen una discriminación atávica dentro de sus hogares. Doña Eva le ha explicado que lo que parece ser lo habitual en estas zonas rurales no es lo justo, no tiene porque serlo, que hay que quererse, que hay que mirar adelante porque si que dos mujeres pueden sacar una finca adelante, cosechar café de optima calidad y vivir de ello, y construir un futuro mejor para sus hijas.
Doña Eva. Cuánto hemos aprendido de Eva Pineda!!!. Qué gran trabajo y grandes desafíos tiene: conseguir cambiar actitudes y valores. Me suena: ah es que compartimos desafíos!!!.
Todas las mujeres que hemos entrevistado han participado en los talleres que Eva ha organizado después de su viaje a España. Le ha contado de España, de los encuentros, pero sobretodo de las voluntarias y voluntarios de Intermón Oxfam. Las mujeres que producen el café Tierra Madre son conscientes, porque me lo han explicado, del gran trabajo que hacen esas señoras de las tiendas que donan una tarde o un poco de su tiempo para que el café producido por otras mujeres se venda. Me decían “imagínate lo duro que es vender un café que cuesta más dinero que muchos de los demás y convencer a la gente de España que lo compre porque es justo”. Yo las felicito, me decían. Se ponía muy emocionante, yo lloro fácilmente. Pensaba a los voluntarios y voluntarias que ha conocido Eva: los de Santiago, de Sevilla, de Jerez…, se acordaba de todos y todas".
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